lunes, 13 de mayo de 2013

Renazco cada mañana con ganas de quitarle las lagañas a la vida.


Estaba dormida. Todo sonaba a lo mismo, el mundo se me presentaba como un vacío interminable y la realmente vacía era yo. Mis amigos me oían diciendo cosas del tipo "Vengo sobreviviendo hace media hora" y yo me escuchaba en los tangos de una libería llena de libros polvorientos que no tenían las palabras adecuadas, frases en las que buscaba una respuesta, sólo eso. Y el presente se me rompía por dentro y el futuro lo tenía bien metido en una pecera. ¿Los valientes, quienes fueron esos? Buscar superheroes en las noticias solo me deprimía más y salía a la ciudad a buscar algún músico ambulante que no tocara canciones que te parten el alma. "La vie en Rose" quizá. El mar siempre estaba demasiado lejos y en el asfalto no había nada que me hiciera sonreír. Coger el autobus cada mañana, sonreírle a desconocidos, pedir café para llevar, quemarme la lengua. Sigue sonriendo, sonriendo, sonriendo. Lee. Finge. Túmbate en el suelo del baño y deja que las baldozas se inunde. Ahógate en ese mar de tristeza, todos saben que no sabes nadar. Pero desperté. Puede que nunca me hubiera detenido a ver el mundo, pero siempre me ha tendido una mano para que me acaricie la espalda, para que me seque las lágrimas y me regale una mirada que puede decirme todo. Una voz que desde dentro me grita "Nosotros somos los valientes, tú sí sabes nadar. No tengas más miedo". 

En verdad tenía miedo a muchísimas cosas, pero la más grande era ese miedo a que si me quitaban el miedo perdería mi esencia. ¿Ridículo, no? ¿Pensar que eres el miedo? Sentía que amaba mis propios miedos, los había interiorizado tanto que no concebía una vida sin ellos. ¿Cómo seria una vida sin detenerme a mirar mi reflejo en los espejos para lograr sentirme hermosa? ¿Qué tal vivir algún día sin tener que pedir permiso para perderme en la ciudad? Esos eran mis miedos. Los espejos, la ciudad, la gente, el murmullo... Una casa sin amor, una vida sin sentido, una noche con la luz prendida. ¡Tenía tantísimo miedo! Mi relación con él era algo complicada, no quería soltarlo porque me mantenía en mi zona de confort, nunca había conocido algo diferente a eso y, además, también tenía miedo de conocer nuevas cosas. Todo se me presentaba confuso. El amor para mí era compartir miedos y querer luchar contra ellos (aunque bastaba simplemente con escondernos bajo las cobijas para no tener que mirarlos). Pero algo no encajaba en mi ecuación, el amor no cabe en el mismo sitio que el miedo, o amas o tienes miedo. Nunca ambas. Y yo, definitivamente, quería amar. 

Me libré de mis miedos haciendo una lista grande de ellos para poder encontrar la raíz de todo. Comencé escribiendo tengo miedo a estar sola, tengo miedo a no encontrar un amor de película, tengo miedo a no ser suficiente, tengo miedo a perder, tengo miedo de ganar demasiado, tengo miedo a escribir todo este miedo, tengo miedo a las palomas, tengo miedo al cambio, tengo miedo a los Piscis, tengo miedo a enamorarme de nuevo, a sufrir de nuevo, tengo miedo a sentirme perdida, tengo miedo a no encontrarme jamás; hasta escribí mis miedos más patéticos, tengo miedo de encontarme con un chico guapo mientras ando con el pelo enmarañado. En fin, rellené tres hojas, 6 páginas, con una gran lista de cosas que si se aparecían todas juntas probablemente me hubieran sacado de mis casillas. Me quedé mirando aquellas tres hojas de papel que contenían todos mis miedos, era como si los hubiera sacado de mí por un momento; entonces trate de darle solución a cada uno y ¿A qué no sabes lo que he descubierto?, todos mis miedos se solucionan con un poco de amor. ¡Todos! No existe excepción. Entonces eso hice, me dediqué a ser una experta en dar amor para todas las situaciones de mi vida, desde las más hermosas hasta las más difíciles. 

Ahora escribo, por ejemplo, que si llego a extrañar el mar puedo escucharlo poniendo mi oído contra una concha cada tarde, que aún somos como niños, que no podemos dejar que nuestros sueños se deshagan. Que quiero bajar la persiana, para que nadie me vea, para escribirle cartas de amor al mundo. Que quiero viajar en el tiempo, poder estar en cada lugar y abrazarnos en todas las posturas posibles, besar hasta descubrir que aún sabemos a mar. Que todos somos un mar. Un mar lleno de mareas y barcos. 

Te escribo, de mis ojos a tus ojos, que no existe un por siempre, apenas un ahora, pero que ese ahora es infinito. Que nunca seremos más grandes que el tiempo. A ti, que aún no llegas pero ya siento que estás aquí, te digo que ando anhelando sueños que empiezan y terminan contigo, que nos querremos tanto, tanto, que se nos hará difícil comenzar de cero, fijarnos en otros ojos, vivir de otras caricias, amar en otras vidas.

Escribo y escribo y escribo cosas que no tienen mucho sentido ahora, cosas que están cargadas de sueños e ilusiones, de nuevos comienzos, de un parque pintado en la ciudad más linda del mundo. Historias que hablan de ti y de mí, sin miedo. 

1 comentario:

  1. Ferchis no hay palabras, esta demasiado hermoso!

    ¿A qué no sabes lo que he descubierto?, todos mis miedos se solucionan con un poco de amor. ¡Todos! No existe excepción. Entonces eso hice, me dediqué a ser una experta en dar amor para todas las situaciones de mi vida, desde las más hermosas hasta las más difíciles.

    Divino, en serio te das todas las respuestas: NUNCA MIEDO, SOLO AMOR
    Escribes exactamente como quieres expresar esa marea de pensamientos, que poco a poco canalizas y se convierten en un mar calmado, en donde solo importa flotar y dejarse llevar.

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