domingo, 28 de septiembre de 2014



Es curioso cómo puedo llegar a sentir que en un determinado momento de la vida todo el conocimiento comienza a llegarme de manera inesperada con cada cosa que aprendo, leo, veo, experimento. Desde hace algún tiempo, me he adentrado en el mundo de la meditación, del arte zen, del yoga, de las técnicas de interiorización; en fin, he dejado que entren a mi vida conocimientos nuevos que antes creía poco importantes para mi formación como persona y, a medida que he abierto mi mente, cada vez más y más conocimientos llegan a mí. Esto fue lo que me sucedió después de ver el documental “What the bleep do we know”, he confirmado que todo en este universo se conecta, que somos uno, que hemos estado inmersos en paradigmas equivocados, que todas las realidades son posibles y que el motor de todo esto se encuentra en la magia de nuestros pensamientos. Libros como “El poder de la intención” de Wayne Dyer, charlas de Osho y otros miles de textos que dan fe acerca del poder y la capacidad del pensamiento humano han sido casi como biblias para mí hasta entonces, pero jamás creía en la posibilidad de que “las personas de ciencia” lograrán aceptar este “secreto” y, encontrarme con un documental científico que profundice sobre el tema es, en verdad, una alegría inmensa para mí. Darme cuenta que estamos, todos juntos, cambiando de mentalidad y acercándonos cada vez más a un mundo planetario, como el planteado por Michio Kaku, es un complemento asombro para mi crecimiento como persona y, aunque difiero en algunos planteamientos acerca del futuro hechas por Kaku, ese mundo donde las estrellas están al alcance de la mano y la vida es un tesoro casi eterno me parece un paisaje que vale la pena comenzar a explorar, a sembrar, para que germine pronto.

Creo que un punto importante al que todos debemos llegar, es el sentido del “convertirse en otro” por medio y gracias al poder del pensamiento. “Lo que creamos en nuestro interior es lo que se refleja en el exterior”. Hubo un tiempo en que las cosas “virtuales” estaban siendo intangibles para nosotros, como las naves para los indios cuando los colonos llegaron a América, y esas cosas eran la escritura, el lenguaje, luego los medios de comunicación, las herramientas para construir, los edificios, la tecnología, en fin, todas esas cosas estaban allí presentes esperando a ser descubiertas y, al descubrirlas, pasamos a otro tiempo en donde parece ser que esas cosas nos definen a nosotros. Posteriormente, hemos avanzado tanto que podemos crear cosas magnificas, pero seguimos viéndonos como seres únicos, apartados de todo y de todos. Ahora, con este nuevo planteamiento del vacío y de la física cuántica donde todos somos todo, somos uno aquí y ahora, veo venir un cambio radical de pensamiento donde todas estas interacciones virtuales están siendo controladas por nosotros. Es decir, vamos pasando progresivamente de un pensamiento individualista apartado de la “gran red de la vida y el universo” a vernos como partes de esa gran red y, más que partes, partes esenciales que pueden afectar la forma de esa gran red. Es entender que desde nuestro pensamiento todo es posible, todo es real.

Por otra parte, a pesar de nuestros grandes avances científicos y tecnológicos, existe algo que nos identifica como seres humanos y que no ha cambiado desde la prehistoria hasta hoy. No podemos dejar de relacionarnos y vivenciarnos físicamente porque no podemos dejar de lado uno de los pocos lenguajes universales: el lenguaje corporal. En mi carrera, que tiene que ver mucho con lo social, las artes y los paradigmas mentales, es fundamental este principio pues, de ser de otro modo, la comunicación y la interacción social se vería reducida a unas cuantas noticias en la red, dos o tres publicidades en línea y una operación poco integrada con el todo terrestre por parte de los seres humanos. Además, pienso que sin esta condición inmanente de hombres y mujeres perderíamos aquello que nos diferencia de los robots: nuestra capacidad para imaginar, sentir y crear cosas de la nada. Gracias a esta condición es que podemos seguir siendo esa máquina de infinitas posibilidades y, si la mantenemos en el futuro que se nos viene, seguramente podremos seguir amando y disfrutando el mundo sin ningún tipo de miedo a volvernos seres todopoderosos sin aspiraciones ni sueños en la vida. 

lunes, 2 de junio de 2014

He aprendido que los amigos no son para siempre, que las cosas que estudias de memoria se olvidan, que las únicas fechas que logramos recordar son las que marcaron nuestra historia y que el pelo crece aunque creamos que siempre tendremos ese corte horrendo que nos hicieron en la peluquería.
He aprendido que las heridas se curan con el tiempo, las de la piel y las más profundas. Que las cicatrices se quedan, pero que algunas veces son el recordatorio de una buena historia o simplemente la marca de algo que nos importó lo suficiente. He aprendido que un beso no siempre es algo feliz, sino que hay besos tristes, besos de despedida. Besos de los que se dan con los ojos abiertos para no perder ni un segundo de vista a la persona que probablemente se vaya para siempre. He aprendido que no todos los te quiero son bonitos, ni significan lo mismo. He aprendido que hay te quieros que significan déjame, te quieros que significan adiós.

Con los años he aprendido que madurar es algo que nos llega por obligación y no por decisión propia. Que los sentimientos se hacen mayores como nos hacemos mayores nosotros, y que la vida se complica a medida que la complicamos nosotros. He aprendido a diferenciar entre querer y amar. Entre desear y anhelar. He aprendido la diferencia entre vivir por mí y vivir por alguien.

Pero lo más importante que he aprendido a lo largo de mi vida, algo de lo que no había sido consciente hasta ahora que ha llovido tanto, es que después de luchar, de esforzarme y de llorar hasta quedarme dormida, merecer algo de forma sincera, es mucho, mucho más importante que a fin de cuentas, conseguirlo.




... ya estoy hablando como anciana. 

martes, 28 de enero de 2014

Fall in love



¿Qué es caer en el amor?
No caes en el amor como si cayeras en un hoyo. Tu caes como si estuvieras cayendo dentro del universo. Es como si saltaras de tu planeta privado para visitar el planeta de alguien más. Y cuando llegas allí todo luce diferente: las flores, los animales, el color de camisa que las personas llevan por la calle. Todo es una gran sorpresa cuando simplemente te dejas "caer"; y sientes como si todo lo que estuvieras viendo en ese planeta se encontrara también en tu propio planeta y encajaran justo, y es verdad, de cierto modo, pero para darte cuenta de eso, de la similitud entre sus planetas, debiste dar el gran salto... y al final, el "caer" simplemente resultó ser un gran salto para estar con quien siempre quisiste estar... Después de un tiempo, ya decides poner los dos planetas juntos y llamarlos "hogar". Y luego traer tu perro, tu gato, tus pececitos, hámsters, colección de piedras y hasta tus medias viejas.

Siento que nunca había sido capaz de dar ese gran salto entre mi planeta y otro. La seguridad y belleza del mío no se evidenciaban en las órbitas de los demás, por eso siempre estuve en mi lugar seguro... pero ahora que me decidí a dar el gran salto con ÉL puedo asegurar que todo es mucho, mucho, mucho más bonito de lo que alguna vez pude llegar a imaginar y la palabra hogar suena tan bonita cuando me dejo perder en sus brazos.

Le amo, con todo el corazón.
Siempre.