miércoles, 7 de octubre de 2015

Toda metamorfosis. Todo cambio es válido. 
Pero ¿por qué querer ser como alguien más? 
¿qué hay de divertido en eso? 

Incluso después de varias rajadas no comprendo ese movimiento pendular de la vida, ese constante subir y bajar, tocar ambos bordes y regresar. Nunca en un solo borde, nunca brindando el tiempo para extasiarse con la felicidad o hundirse con la desgracia, siempre dando pequeños mordiscos al pastel y dejando insatisfecho a todos. Sobretodo a mí, que aunque ya tenga veintiún (¡VEINTIUNO, Fer!) años sigo sin dejarme vacunar contra la imaginación, la sensiblería cursi y el romanticismo rayado; sigo enferma de amor y corriendo tras las utopías, así si de golpe todas se me estallan en el aquí-y-ahora. Que no es nada. Aquí es debajo de mis cobijas justo a 3cm al borde de la cama. Me pica la oreja. Y entonces "aquí" ya cambió un centímetro.




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