viernes, 3 de febrero de 2012

A la maldición de los bares de copas.


No duro demasiado, duro lo suficiente como para hacerse eterno en los cuentos antes, en y después de dormir.

El sabía con quien se metía y jamás parecio importarle, era un reto, una aventura llena de pruebas tan dificiles como dejar de soñar con su sonrisa, ella era todo lo que el había buscado. La cenicienta que pierde, en vez de la zapatilla, las bragas; la musa de sus canciones; la luz de las trestreintaytres de la tarde; la cama con olor a primavera; los besos con sabor a mermelada, chocolate y humo marlboro ice; la razón de cada sonrisa en la mañana y el último pensamiento antes de irse a la cama.

Ella supo jugar bien con sus sentimientos cuando entendio que el juego, de todos modos, estaba perdido; cuando se enteró que después de los besos de despedida el comenzaba a aventar besos a medianoche, a medialuz, a mediacopa.
Ella supo sonreir y dar media vuelta cuando encontró la carta con la misma promesa de amor pero diferente destinatario. Dijo: Hola y Adios ... y el portaso sonó como signo de interrogación.

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