lunes, 11 de febrero de 2013


Hoy sentada en el bus camino a casa pensaba que nunca he sido capaz de cumplir mis promesas. "Prometo siempre ser tu amiga". "Prometo cuidarte". "Prometo no lastimarte". "Prometo amarte siempre". Pensaba que las únicas promesas que he podido cumplir son las que me hago a mí misma y, para ser sincera, no soy la que me hace las mejores apuestas. Siempre ando prometiéndome cosas que a la largan me dañan. "Prometo no volver a llorar". "Prometo no confiar en la gente". "Prometo no dejar que nadie se me adentre". Saber que tengo todas las ganas de cambiar el mundo y, al mismo tiempo, ser consiente de que no puedo. De que me faltas, de que sin tu motor no me puedo mover porque hace varias noches que ni en sueños te veo. No olvido la promesa de apuntar a lo más alto del cielo y esperar permanecer en las nubes, sin embargo, tenerla presente se me está haciendo cada vez más difícil. Sin ti, todo se pone cada vez más difícil y la única promesa que pensaba cumplir en nombre de alguien se anda fragmentando. Ya no puedo olvidar las ganas que tengo de una mirada cargada de luz, cargada de amor lindo. Te extraño a ti, mi amor lindo.No entiendo por qué extraño tanto. Estoy consiente que el pasado no es mejor que ahora, ni será nunca mejor que mañana. Pero extraño tanto, con todo lo que puedo llegar a suspirar. Extraño mi modo de mirar al cielo y saber que algún día podré volar. Que cuando reencarnemos ambos seremos pájaros y surcaremos los cielos sin la pesada carga de ser humano. Extraño la forma en que sabias leerme los días sin tener que detenerme a contestarte esa molesta pregunta del ¿Cómo estas?. También extraño saber cómo estas tú. Y las ganas que nos daban de escribir un libro de aventuras con fotos y mapas de todos los lugares que visitaríamos. Extraño, aun si nunca llegué a conocerlo, tu aroma en los parques de todas las ciudades del mundo que visitaré.

Te extrañé. Te extraño. Te extrañaré.
Esta noche aprendí a conjugar el verbo que me negaba a aprender.

Ay amor Divino, pronto tienes que volver

domingo, 10 de febrero de 2013


Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la sagaCrepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.
Rosemary Urquico

No vuelvo a olvidar quien soy.



Nadie puede definir quien eres. Nadie. 
La sensación más bonita del mundo, después del amor, claro está, es aquella de encontrar el tesoro perdido, ese que ha estado allí, contigo, toda tu vida. No vuelvo a olvidar que me gusta encerrarme en libros, que la mermelada de piña es mi favorita y que puedo volar. "Porque desde aquí, soy libre". No vuelvo a dejar que aquellos pensamientos inunden mi mar de sueños y de apenarme de lo que soy. Sí, me estaba apenando de querer pintar todas las paredes blancas con bonitos colores y dibujos de sueños que si no se sueñan se apagan y si se apagan ya no habrá nada en el mundo que pueda prenderme. Había olvidado que siempre he sido una soñadora, una aventurera de cuentos imposibles, la maga sin el sombrero y la historia sin fin. Había pensado que podía sobrevivir sin cuentos imposibles, con sombreros y sin historias divertidas. Había olvidado que mis propios cuentos, mis propios mundos, me habían salvado tantas veces de estar sola en el pavimento... Y vivir sin ellos, no es vivir. Yo no quiero eso. He estado tanto tiempo bajo la sombra de un mal árbol que se había plantado justo encima de mí y no me dejaba despegar los pies del suelo, aparte, claro, de no dejarme recibir ni luz, ni calor, ni ganas de ver más allá de sus ramas. Descubrí que la jardinera de aquél árbol siempre había sido yo. Descubrí que si yo misma no lo cortaba nadie más iba a hacerlo por mí. ¿Cómo pude demorarme tanto tiempo en entenderlo? Estaba pensando en cosas tan banales e inherentes a mi vida que no me preocupaba en derrumbarlo. Pero hoy desperté y fue más fácil que dejar de fumar. (Que ironía, antes pensaba que logar mi felicidad sería más dificíl que dejar de fumar y ya he logrado ambas cosas). Me di cuenta que todo lo que necesito para ser feliz está en mí. Soy mi propia máquina de sonrisas.